Por primera vez en la historia de la ciencia, un número sustancial de psicólogos, neurólogos y economistas está dedicado a analizar por qué algunas personas son más felices que otras, en qué consiste exactamente "ser feliz", y qué tenemos los humanos en común para acercarnos o alejarnos de nuestros ideales de felicidad.
Entre 1980 y 1985, se publicaron poco más de 2 mil trabajos científicos sobre la felicidad; desde 2006 ya se han publicado más de 30 mil. ¿Bastante, no?. Muchos de estos trabajos intentan responder las preguntas que los humanos venimos haciéndonos desde siempre: ¿Por qué yo no soy feliz y mi hermana sí? ¿Cuánto tiene que ver la genética en todo esto? ¿Seré feliz si me gano la lotería mañana? ¿Seré miserable para siempre si tengo un accidente y quedo paralizado de la cintura para abajo? ¿Tengo responsabilidad sobre mi nivel de felicidad?
Algunas de las respuestas a estas preguntas ya están más o menos disponibles: nuestros genes sí influyen mucho en nuestra felicidad, los ganadores de la lotería o quienes sufren accidentes vuelven muy rápido a
sus niveles de felicidad anteriores (o sea, el dinero o los accidentes súbitos afectan poco) y sí, todos tenemos responsabilidad y margen de acción para influir sobre nuestra felicidad.
¿Recuerdan a nuestras abuelas diciéndonos que "el dinero no hace la felicidad"? Nosotros les creíamos: ahora la ciencia tiene la posibilidad de probarlo.
La mayoría de los estudios dice que nuestras abuelas tenían algo de razón, pero no toda: la cantidad de dinero no influye significativamente en la felicidad de quienes ya tienen algo de dinero, pero influye mucho en la felicidad de quienes logran salir de la pobreza, gracias a mejores ingresos.
"Algunos psicólogos dicen que las experiencias positivas son como el teflón, y que las negativas son como el velcro", así lo explica Margarita Tarragona, directora del Centro Campos Elíseos, uno de los principales centros de psicología positiva en México, y autora de "Psicología y Bienestar", único blog en español de la prestigiosa revista estadounidense Psychology Today.
Tarragona está hablando de por qué, según confirman los estudios, las emociones negativas (como el miedo, la angustia y la tristeza) dejan huellas mucho más fuertes en nuestros cerebros que las emociones positivas como la serenidad, el amor y el entusiasmo. Y dice que esta diferencia de percepción, que afecta la sensación de felicidad de quien las lleva, tiene en parte una raíz evolutiva.
"A lo largo de cientos de miles de años, las emociones negativas nos sirvieron de alerta para reconocer dónde estaban los peligros", explica Tarragona. "Las experiencias negativas se apegaban más a nuestro cerebro porque de ello dependía nuestra supervivencia".
Aún así, la investigadora recuerda que la mayor parte de las personas, de todas las clases sociales y de todos los lugares del mundo, responde a las encuestas declarándose feliz o razonablemente feliz.
Fuente: quo.mx
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