Hace 15 años se puso en práctica la teoría de que si se le daba al ser humano la responsabilidad y la capacidad de decisión en los caminos todo iría mejor. La idea que se conoce como Espacio Compartido fue inicialmente implementada en la localidad Holandesa de Dresden donde se empezaron a quitar todos los semáforos y señales de tránsito para dejar convivir vehículos y personas libremente. Desde entonces el experimento se ha multiplicado en varias ciudades del mundo, donde los conductores y peatones no funcionan automáticamente sino que apelan al sentido común algo que no se puede hacer en un lugar con semáforos y señales.
Según los datos que BBC Mundo pudo recopilar aparentemente se podría implantar en cualquier ciudad del mundo. La clave de todo esto es hacer que los vehículos vayan más despacio con una velocidad constante pero mínima que haga que los conductores tengan capacidad de reacción ante lo que pueda ocurrir en la carretera. Para ellos se trabaja en la psicología del tráfico, de manera que el conductor cambie sus expectativas durante la conducción, haciendo que el viaje sea tan importante como el destino valiéndose de ciertos trucos como zonas verdes y decorados urbanos que entretengan y calmen a los conductores.
Muchos señalan sin embargo, el problema cultural. Es necesaria una campaña de concientización donde se establezca quién tiene la prioridad. En varias ciudades inclusive se ha logrado disminuir el número de accidentes de tráfico.
Según algunos estudiosos, esta teoría del espacio compartido donde vehículos, peatones y ciclistas conviven con un espíritu de reciprocidad, es solo posible si hay un número suficiente de peatones y ciclistas y un número no muy alto de vehículos. Por el contrario, hay muchos lugares en el mundo en donde se hace imposible la aplicación de esta teoría porque la dependencia del carro es total.