En la alimentación balanceada, las ensaladas ocupan un lugar muy importante; sobre todo, por el beneficio que ofrecen las hojas que se emplean en ellas, como ingredientes.
Las hojas, tienen un alto nivel de agua; aportan pocas o casi ninguna caloría; por su textura fibrosa aportan volumen para las heces, contribuyendo a evitar el estreñimiento.
Pueden combinarse de muy variadas formas; tanto en preparaciones frías como calientes.
Hay muchos trucos para mantener las hojas frescas para el momento que se quieran consumir, algunas personas no hacen más que dejarlas en agua hasta el momento de ser servidas.
En el mercado hay muchos tipos de hojas para ensaladas, lollo, Batavia, hoja de roble, escarola. El tip que te daremos el día de hoy no importará qué tan exclusiva sea tu hoja porque te la va a mantener lista para consumirla.
Lo ideal es que apenas lleguen a casa, metas las hojas en el refrigerador sin humedecerlas previamente. Además, de ser posible, sécalas muy bien, pues es el agua de su superficie la que acelera su descomposición. Si no disponen de una centrifugadora puedes secarlas con un paño seco.
¿Cómo almacenar las hojas de lechuga para tus ensaladas?
Separa las hojas de la lechuga de su tronco, dejando a un lado las partes más duras.
Debes lavarlas en un bol para que así le quites los restos de tierra que puedan traer o evitar cualquier tipo de sucio.
Escúrrelas y pásalas a la cesta de la centrifugadora o estíralas para secarlas posteriormente con el paño seco.
Guarda las hojas limpias en una bolsa plástica, de manera que queden con espacio; dejando aire en el interior de la bolsa. Hazle un nudo para que no se salgan.
Refrigera en la parte más baja del refrigerador, preferiblemente en los cajones de verduras.
Este tipo de alimentos es muy delicado a la hora de ser guardados y mucho más a la hora de servir. La lechuga es una hoja muy fácil de perder su frescura.