En Colombia, con el apoyo de entidades estatales, mujeres provenientes de zonas rurales y de diferentes etnias; que comparten el haber dejados sus hogares, a causa del conflicto armado en ese país, lograron emprender e inaugurar un negocio de comidas típicas. Así nació Atavico, cuyo nombre hace referencia a la comida ancestral colombiana.
Atavico, el renacer de mujeres víctimas del conflicto armado colombiano
Cinco mujeres, que llegaron a Bogotá, hace más de una década, desde diferentes regiones de Colombia, llevaban tres años soñando con tener un espacio que les permitiera identificarse como mujeres rurales, de diferentes etnias. Un espacio, que fuera el recuerdo más vivo de la tierra que cada una de ellas fue obligada a dejar; por causa del conflicto armado.
Entonces pensaron: ¿Qué mejor manera de evocar sus raíces que por medio de platos propios de sus territorios? Cada olor y cada ingrediente serían el transporte al pasado, a los momentos duros y difíciles de sus vidas; pero también a las alegrías guardadas en sus memorias.
¿Cómo nació Atavico?
La primera idea que se les ocurrió fue la creación de un restaurante, que además; pudiera ser sede de reuniones de las 200 mujeres pertenecientes a la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, Negras e Indígenas de Colombia (ANMUCIC). Una organización gremial de género y servicio social;integrada actualmente por más de mil mujeres de todas las ideologías, credos, etnias y regiones de Colombia. Esta organización empezó con la reivindicación del derecho de las mujeres campesinas a ser propietarias de la tierra; y poseer su titularidad, lo que hasta entonces era un privilegio masculino.
Después de mucho trabajo, estas mujeres de más de 40 años de edad, abrieron por primera vez; la puerta de su negocio. El pasado jueves 28 de marzo, fruto de de la organización y la preparación que recibieron para brindar un servicio de calidad; y de “los procesos que realizaron como reparación, con apoyo de la Alta Consejería para las Víctimas del Distrito, la Unidad para la Atención y Reparación Integral para las víctimas y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo”.
Aunque a veces sea complejo narrar la historia de una cicatriz que no se borrará, estas cinco mujeres intentan hacerlo; no con detalles que atormentan sino con batallas ganadas por sus seres queridos o por sus iguales. Piensan que a pesar del dolor y lo que la guerra les arrancó, como afirma una de ellas: “hay valores que no se nos olvidan, como el respeto, el amor, el perdón, la empatía y la ayuda mutua”.