Siendo hijo de un jardinero encargado del mantenimiento de las canchas de tenis de un exclusivo club deportivo iraní; el niño Mansour Bahrami no dejaba de soñar con poder jugar algún día a nivel profesional. Aunque en esa época (años 60) sólo podían practicarlo las clases más acomodadas, este niño nunca se rindió. Por el contrario, practicando con lo que tuviera a mano, bien fuera sartenes, tapas y pelotas de cualquier tipo; nos demostró que, si se tiene un sueño, no hay otra opción que perseguirlo.
El arte de redefinir tu camino: la increíble historia de Mansour Bahrami
Inspirado por su fascinación por el tenis y, sin descubrir aún su talento; el niño Mansour Bahrami, comenzó a trabajar como recoge pelotas y a imitar con cualquier utensilio disponible; las jugadas que había observado en las canchas. Demostrando una sorprendente habilidad, a sus trece años fue reclutado por la federación de tenis iraní; para tres años más tarde, disputar su primera Copa Davis en contra del británico, Roger Taylor. Y, aunque perdió el partido, no permitió que la derrota lo desviara de su sueño de convertirse en tenista profesional.
Poco tiempo después, tras la llegada al poder del Ayatollah Jomeini, el tenis fue prohibido en Irán por considerarlo una actividad occidental decadente. Pero, afortunadamente, tres años más tarde, la medida se relajó un poco y se organizó un torneo en Terán. Entonces Mansour participó y ganó, obteniendo como premio un pasaje a Atenas.
Francia, su nuevo hogar
Así, cargado de sueños, dejó su país y su familia y se marchó a Francia deseoso de participar en los numerosos torneos con premios en efectivo que allí tienen lugar. Sin embargo, la vida resultó mucho más costosa de lo que imaginó y sin tener un lugar para quedarse, terminó pasando las noches en un banco frente al estadio Roland Garros.
Tras expirar su visa, convencido de su talento y a pesar de su status de ilegal, Mansour se inscribió en el abierto de tenis de Francia y venció al tercer mejor jugador del torneo. Fue entonces cuando su historia se hizo pública y cautivó a varios políticos que le ayudaron a arreglar su estatus migratorio y posteriormente, le otorgaron la nacionalidad francesa. Así, con 30 años de edad se convirtió en un jugador profesional afiliado a la ATP.
Tres años más tarde, consciente de que ya era un jugador maduro, aprovechando los rasgos que caracterizaban su estilo de juego, Mansour decidió reinventarse y participar en eventos y partidos de exhibición; cautivando con su magia a todos y ganándose el respeto y admiración de destacados jugadores como Novak Djokovic, Roger Federer y Rafael Nadal.
¿Cómo podemos desarrollar y fortalecer la perseverancia para lograr cualquier meta que nos propongamos?
POR CIERTO
A sus 65 años, Mansour sigue jugando tenis. Convirtiéndose en una leyenda y siendo ejemplo de que “aunque las cosas no siempre salen como esperamos, siempre podemos redefinir el camino, reinventarnos y alcanzar la meta a través de una ruta distinta a la que imaginamos.”