Una de las principales inspiraciones de Stephanie Valencia es poder cambiar lo establecido. Quiere encontrar alguna solución creativa y novedosa, en su caso, para niños y personas con trastorno del espectro autista. Para lograrlo, la emprendedora colombiana de 26 años sacó adelante una herramienta a la que llamó Ijwi.
Voz para quienes no tienen
Stephanie Valencia ideó Ijwi, nombre que surgió del idioma Kinyarwanda, el más hablado de Ruanda. En esta lengua, el término "ijwi" significa voz y por esto lo eligió. Su herramienta busca brindarles un apoyo a niños con trastorno del espectro autista o con algún tipo de condición que les impida el habla para comunicarse.
Toda la idea del proyecto surgió cuando identificaron que alrededor de 1.000 millones de personas en el mundo sufren alguna discapacidad. Un 80% de ellas vive en países en vías de desarrollo; únicamente el 10% puede acceder a las herramientas o tecnologías necesarias para mejorar sus condiciones de vida.
El proyecto busca democratizar el acceso a las tecnologías de apoyo a través del maker movement o a través de la tecnología open source. Así permiten que estas personas puedan modificar las tecnologías que necesitan.
Los comienzos de Ijwi
Ijwi empezó en Ruanda, donde se impacta de forma directa con entidades que buscan apoyar la educación inclusiva para niños con problemas para el habla. El dispositivo Ijwi está dirigido a niños con autismo no verbal (que no desarrollan el habla) y con parálisis cerebral. Les ofrece una vía de comunicación con sus cuidadores, profesores y familiares en Ruanda.
Ijwi es específicamente un dispositivo que se compone de un microcontrolador Arduino, pegatinas RFID, un lector, unos altavoces y una batería de nueve voltios.
Las pegatinas RFID muestran distintos pictogramas (como una flor, un reloj, un niño corriendo). Entonces, al colocarlas encima del lector transmiten la información que contienen; luego el aparato reproduce lo que el niño quiere decir.
El dispositivo, que ya ha sido probado en Ruanda, destaca por su bajo costo. Es cercano a los 40 euros, lo que lo hace más accesible para las familias con menores recursos.
Además, tiene una bondad que lo hace aún más especial. El hecho de que funcione a pilas evita la necesidad de tener acceso a la corriente eléctrica para cargarlo.